En tan solo 2 horas de meditación sentada, caminando, con las caras sonrientes de los monjes y muchos abrazos que en realidad necesitaba de amigos y extraños (por convertirse en amigos), recordé porque había ido.

El tiempo se hizo más lento.

               Yo me desaceleré.

                         Comencé a respirar profundamente.

                                     Comencé a notar el hermoso cielo y las

                                     maravillosas montañas que me rodeaban.

                                                                   Me deleité con el silencio.

Había llevado a mi hija de 8 años al retiro y no estaba segura de si se iba a aburrir y comenzaría a clamar por mi atención. Pero pareció perderse entre la belleza y la paz  que nos rodeaba y jugó desde la mañana hasta la noche con un pequeño niño que estaba allí.

Ella lo llamó “juego de mediación.”

Mientras los monjes nos alentaban en enfocarnos  en nuestra respiración y estar presentes y conscientes de la belleza de cada momento, casi me hizo llorar toda la abundancia que me rodeaba.

LA ABUNDANCIA ESTÁ EN LAS PEQUEÑAS COSAS Y LOS PEQUEÑOS MOMENTOS.

A menudo la buscamos en los grandes gestos y en el dinero que fluye… pero está en la hermosa flor que paramos a oler, en la taza de té que saboreamos, en la conversación de corazón con un querido amigo, en el abrazo de alguien amado.

Está en cada respiración profunda que nos conecta con nuestros cuerpos, en sentir el dolor y la tensión y soltarla.

Esta en la lluvia, los rayos de sol y la nieve.

Está en los sentimientos dolorosos que afloran cuando nos sentamos en silencio y comenzamos a enfrentar las situaciones que enterramos, mientras nos apresuramos alrededor de nuestras vidas.

Puede ser duro enfrentar esos sentimientos , pero son el recordatorio de la sanadora abundancia que nos espera más adelante.

Esa fue mi experiencia por lo menos; mientras en el día 1 estaba en el cielo disfrutando la quietud; para el día 2 del retiro me encontré con sentimientos de rabia, miedo y luego frustración construyendose dentro de mi.

Hice lo que los monjes nos alentaron a hacer; me senté con mis emociones, enfocándome en la respiración e imaginándome acunando las más dolorosas en mis brazos, como lo haría con un pequeño bebe.

Caminé, respirando profundamente, consciente de cada paso, repitiendo el mantra que la monja nos enseñó: “Si, si. Gracias. Gracias.”

Gratitud por la abundancia de todo lo que estaba por llegar. Sabiendo que todas estas emociones eran la puerta hacia mi interior, hacia el entendimiento y sobre todo,  hacia más sabiduría.

Salí del retiro con muchas emociones mezcladas. No quería que terminara; quería estar allí una semana más, por lo menos, en esta paz y soledad.

Cuando salíamos, vimos el más hermoso arco iris llenando el cielo entero. Un recordatorio de que después de la tormenta viene la belleza.

Me volví a comprometer con vivir una vida más consiente en mi día a día. A saborear los pequeños momentos. A notar toda la abundancia que me rodea.

¿Qué hay de ti? ¿Esta notando toda la abundancia que te rodea?

Te animo a volverlo una práctica cada día… toma unos instantes para respirar profundamente y notar la belleza y la abundancia que esta a tu alrededor.

Trata de que se vuelva una práctica que haces por lo menos unas cuantas veces al día y observa como cambia tu vida.

Y como siempre, sabes que me encanta saber de ti, así que comparte tus pensamientos en los comentarios y mantengámonos en contacto.