§ We came to this world to LIVE OUT LOUD!
Aceptando grandes cambios (y que se rompa tu corazón)
Me acuesto allí en la noche y siento esta «cosa» atorada en mi pecho, una presión que me hace saber que estoy sintiendo un profundo, profundo duelo.
Respiro profundamente y escucho en mi cabeza las palabras del maestro Budista Thich Nat Hahn: “Solo expande tu habilidad para estar con tus sentimientos. Sostenlos con amor, como lo harías con un pequeño bebe.»
Más fácil decirlo que hacerlo.
Realmente no quiero sentir el duelo. Quiero sacarlo de mi.
Una pequeña voz crítica aparece en el fondo de mi cabeza, “¿Porqué estas haciendo un drama con todo esto? Muchos chicos se van a colegios internacionales tipo internado. Ella ya va a tener 17 para cuando vaya a viajar. Muchos chicos se van a la universidad a esa edad.«
Enfrentada a mi crítica interior, esa prensa en mi pecho solo se aprieta más. Las lágrimas quedan atrapadas en algún lugar al fondo de mi garganta. Quiero gritar.
Mi mente salta a la escena, recordándome la tremenda oportunidad que todo esto va a implicar para mi hija mayor. Ella ha sido aceptada en un programa global super prestigioso para adolescentes que han demostrado habilidades de liderazgo y el deseo de cambiar el mundo para bien. Ella va a pasar los próximos dos años en Armenia con otros 200 chicos de casi 100 países y de todo tipo de circunstancias socio-económicas, para terminar sus últimos dos años del colegio, obteniendo un Diploma de Bachillerato Internacional, haciendo proyectos de servicio y viajando cada vez que se dé la oportunidad.
He conocido muchos adultos que hicieron este programa cuando eran adolescentes y son personas muy interesantes que están haciendo todo tipo de cosas grandiosa e increíbles en el mundo. Me sentiría muy orgullosa si mi hija resultara siendo como ellos.
Esto le abrirá aún mas su mente, le dará una visión global tremenda y cambiará su vida.
Bla, bla, bla.
A mi corazón no le importa nada de eso.
Ella es mi primera hija. Caminamos juntas por la calle y veo una jovencita madura y al mismo tiempo la niña que aún es. Sigo acostándome a su lado cada noche antes de que se vaya a dormir. ¿De verdad se va a ir a medio mundo de distancia?
Aún la veo como ese bebe con cólicos que no dormía. Como la pequeña que se metía en todos lados; como la niña curiosa, siempre haciendo preguntas y exponiendo argumentos y opiniones que parecían mucho más avanzadas que su edad.
Mi corazón duele.
Todo a pasado muy rápido. No quiero dejarla ir aún. Mi mente estaba preparada para tenerla cerca dos años más hasta que se fuera para la universidad. Pero de repente esta increíble oportunidad apareció.
Mi corazón se está rompiendo.
Se que un millón de padres cada año, en todas partes, dejan ir sus hijos a la universidad (y a internados e intercambios). Como lo hacen?
Le pregunto a los padres cuyos hijos se han ido de casa y parecen tan en calma y relajados mientras responden “si, es difícil dejarlos ir”. Pero nadie habla de sus duelos o de como cambian las dinámicas familiares cuando un miembro se va, o de la sensación de que una inmensa parte de su vida, la de ser padres en el día a día, esta comenzando a terminar.
Incluso mi esposo parece estar sorprendido de que esté sintiendo esto de manera tan profunda. “Ella estará con nosotros para las festividades” , me dice.
Pero eso no es lo mismo. Ya no tendremos ese momento diario después del colegio para saber de su día, salidas semanales de solo mamá e hija o las charlas y caricias de antes de ira dormir. Ya no conoceré a sus amigos, sus profesores, los sube y baja de su vida diaria.
Ya no seré su madre en las cosas cotidianas diarias.
Ella terminará este programa y se irá a la universidad en alguna parte del mundo y terminará viviendo quien sabe donde. Probablemente nunca más viviremos juntos con ella por un periodo prolongado de tiempo.
Mi corazón no puede entender esto.
Pienso en mi propia historia. Dejé la casa de mis padres en Chicago a los 18 y nunca más volví a vivir en la misma ciudad que ellos. De echo, hemos vivido en continentes y países diferentes en los últimos casi 8 años. Y soy su única hija, mis hijas son sus únicas nietas.
Recuerdo que lo único que quería para mis hijas cuando era una joven mamá, era que se conocieran a si mismas, se amaran a si mismas y fueran amables y unas ciudadanas del mundo que contribuyan. Escogí vivir en otro país con ellas, llevarlas a casi 20 países; me siento orgullosa de su flexibilidad, visión de global y de mundo.
Y mi corazón las quiere cerca.
Se que esto es solo el comienzo de ese camino hacia dejarla ir, de los inevitables cambios que nos trae la vida a medida que nuestros hijos crecen y despliegan sus propias alas.
Necesito dejarlo ir para que ella pueda volar. Y es TAN difícil.
¿Qué hay de ti?, ¿Has tenido que lidiar con la salida de tus hijos del nido?, ¿Cómo has navegado esa transición?
Me encantaría saber de ti, siéntete en libertad de mandarme un mensaje a mi correo natalie@nataliematushenko.com.
¡Feliz martes!
Natalie